domingo, 5 de abril de 2009

El carpe diem de Rosa Montero

Sí, Ésa es la palabra exacta: pesadilla. Los ciudadanos de las ricas sociedades posindustriales vivimos dentro de un espejismo de seguridad, como si no pudiera o no debiera sucedernos nada malo, como si los reveses de la vida, incluyendo cosas tan naturales como la vejez y la enfermedad, fueran una completa anomalía, algo que no tendría que pasarte. Por eso, cuando el dolor llega, cae como una guillotina sobre nosotros, como una pesadilla insoportable. Y déjenme decirles algo duro de oír: el dolor siempre llega, antes o después. No hay vida sin su cuota de sufrimiento. Soy una ferviente lectora de los libros de biografías, y siempre me inquietó esa frase tan común en muchas de estas obras: "Ésa quizá fuera la última época de verdadera felicidad de Fulano, porque al poco tiempo...". Y ahí añadían que llegaba la enfermedad, o la muerte de alguien querido, la cárcel, la guerra, la desgracia. El comienzo de la maldita pesadilla.

Uno no suele hablar de estas cosas. El sufrimiento, en nuestra sociedad, es algo que resulta inadecuado, inconveniente, sucio. Algo que hay que ocultar. Pero, ¿cómo vamos a aprender a manejar ese dolor si ni siquiera somos capaces de nombrarlo? Cuando cae sobre nosotros la cuchilla de una desgracia, se produce, en primer lugar, una obsesión temporal. Piensas en tu ayer intacto e inocente, antes de que ocurriera. Si no me hubiera subido al coche del accidente, piensa la violinista. Si no hubiera tenido la idea de adoptar, tal vez piense mi amigo (en realidad, también podría haberle sucedido con un hijo biológico). Si pudiera regresar al ayer, antes de que me dijeran que estaba enfermo, o que mi esposa había muerto, o que... Añoras con desesperación lo que tuviste, es decir, esa normalidad que seguramente no apreciaste lo suficiente mientras la tenías. He aquí el primer aprendizaje esencial que deberíamos intentar extraer de la certidumbre de la desgracia: la felicidad es la falta de dolor y hay que intentar disfrutar de lo que se tiene. Es un pensamiento obvio, pero dificilísimo de llevar a la práctica.

ROSA MONTERO
Bichos increíbles y tenaces, El País Semanal, 08/03/2009

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