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he mirado la tierra y he visto brotar los tulipanes
Febrero se termina, empieza marzo,
la tierra recobra la molicie :
bulbos y rizomas descubren la gravidez de sus órganos
y pujan otra vez, rompen los terrones,
enristran sus lanzas de sinople.
No hay secreto,
es el terco fin y previsible del invierno.
¿Y yo ?
que también he cerrado los ojos
todo este tiempo,
perdido en lluvias y labores y oficinas,
todo este tiempo ajeno que me imponen como mío,
¿no abrigo esquejas, yemas que renazcan ?
Tal parece.
Carece de aluviones el curso de la sangre.
La sangre no es un río, es un encierro :
al romperse asoman las aletas dorsales de la muerte.
Así que no,
febrero se termina, empieza marzo,
se pone blando el mundo
y nos sentamos los mismos a la mesa :
legañas en los ojos
(no es nueva la retina),
telarañas de saliva estéril en las comisuras.
De nada sirvió el invierno,
los mecanismos siguieron latiendo en la ceguera del hastío.
No hubo reposo,
tan sólo la hipnosis de la rutina,
el arriate yermo de la mente
donde lloran desconsolados los abriles.
¡Jose, qué honor encontrarme entre tus lecturas, qué sorpresa grande ha sido! Gracias
ResponderEliminarAbrazote
Me gusta como escribes, amigo, eso es todo.
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