lunes, 3 de mayo de 2010

La trampa. Elvira Daudet

Como una pobre rata va el hombre hacia su queso. 
Están reunidos todos los amigos,
regocijados
al verlo tan hermoso y anhelante.
Le murmuran obscenidades al oído
y acarician su nuca.
Sonríe él, agradecido, y les ríe los chistes.
La fiesta vale el salario de un año
y, satisfecho, el novio les ve beber champán,
prepararle las sábanas y cantar parabienes.
Nadie le dice el precio del vestido de novia.
Aunque todos lo saben,
ninguno va a decirle que la esposa,
debajo de los tules,
esconde una boca inmensa que acabará engulléndolo.
No le dicen que sus sueños, su ambición,
su esperanza,
van a ser arrancadas
para adornar el adorado ombligo.
Y sus huesos, si se salvan,
serán paseados con cadenas.
Animada por músicas, velos y temblores
entra la novia, ave perseguida.
Va dejando a su paso las espumas del velo,
las plumas de su cola, de paloma alcanzada.
Camina al paraíso corregido,
hacia la fortaleza conquistada,
poniendo bridas
al miedo de encontrarse en el bosque de vello
donde el deseo amordazado del varón la espera.
Va la virgen a poseer un dios dulce y viril,
a la isla fortificada de sus brazos,
a la feria de los besos y el misterio,
a salvarse del miedo,
a la entrega.
Pero, ¿por qué nadie le dice ahora
que la crisálida sale hecha cenizas del abrazo,
que su dios es un hombre destrozado
y recompuesto,
que el misterio es un caos de amargura y vergüenza.
Que mañana habrá de defenderse
del odio de su dios encadenado
y su propia impotencia.
Y que el tierno almidón de las sábanas
va a convertirse
en un violento e incandescente charco mineral?
Hermosos, jóvenes, los dos enamorados
son conducidos por el órgano, el incienso,
el pueblo entero, hacia la trampa

sábado, 1 de mayo de 2010

Viento del pueblo. Ángel Rodríguez "voltios"

yo quiero ser
el viento del pueblo
como Miguel Hernández
y haceros saber
a todos
y cada uno de vosotros
como está la vida
ahí fuera

si el índice
(no el de la bolsa)
de cada uno de nosotros
se alza en condiciones
erecto
cuando nos tocan las narices

si los cuernos
(no los de un mihura)
permiten entrar
a aquellos estúpidos
engreídos
por el umbral
de la honestidad

y por ello
y por otras cosas más
me gustaría ser
el viento del pueblo

pero con tanta
jodida estación térmica
que mide
la calidad del aire
y nos informa
si la ventisca
que nos golpea la cara
es conforme
para ser
esnifada

no voy a poder serlo
porque no me ha dejado
el suficiente espacio
la civilización
y sus avances
para soplar
como me salga
de los cojones