viernes, 25 de septiembre de 2009

Comer galletas. Carlos Pujol

Me acuerdo que de niño la mentira
era un crimen horrendo.
Como comer galletas a deshora,
comprar cromos a chicos de la calle,
decir inconveniencias (o jolines),
como Canalla vil o Perro infiel,
Sarraceno maldito;
el regaliz, los sueños, los empachos
por gula confitera,
lavarse poco y mal, aborrecer
visitas a parientes.
Y preguntar siempre el por qué de todo.
Fue lo más deseable,
objeto de perpetua frustración,
¿no era posible mejorar el mundo
mintiendo? Contestaban:
Había que dejarlo tal cual era.
Ya en la vejez no dejo de mentir
a ver si encuentro así antiguas verdades.

2 comentarios:

  1. a quien diga mentiras se les ponen las manos rojas
    (o algo así era, ahora mismo no me acuerdo)

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  2. Te crece la nariz,
    es una pena no poder estar
    mintiendo todo el día.

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